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La tecnosfera

UNIX ES EL ÚNICO SISTEMA OPERATIVO que queda cuya interfaz gráfica (un montón de código llamado X Window System1) está separado del sistema operativo en el antiguo sentido del término. Es decir, que puedes ejecutar Unix en puro modo de línea de comandos si quieres, sin ventanas, iconos, ratones, etc., y seguirá siendo Unix y capaz de hacer todo lo que se supone que hace Unix. Pero los demás sistemas operativos --MacOS, la familia Windows y BeOS-- tienen sus GUI enmarañadas con las anticuadas funciones del sistema operativo en tal grado que han de ejecutarse en modo GUI o no se ejecutan verdaderamente. Así que ya no es posible pensar en las GUI como en algo distinto del sistema operativo; ahora forman una parte inalienable de los sistemas operativos a los que pertenecen --y son, con mucho, la parte mayor, más cara y difícil de crear.

Sólo hay dos modos de vender un producto: precio y funcionalidades. Cuando los sistemas operativos son gratuitos, las compañías de sistemas operativos no pueden competir mediante el precio, así que compiten mediante las funcionalidades. Esto significa que siempre tratan de superarse unos a otros escribiendo código que, hasta hace poco, no se consideraba parte de un sistema operativo en absoluto: cosas como las GUI. Esto explica en gran medida el comportamiento de estas compañías.

Explica por qué Microsoft añadió un navegador a su sistema operativo, por ejemplo. Resulta fácil obtener navegadores gratuitos, igual que sistemas operativos gratuitos. Si los navegadores son gratuitos y los sistemas operativos son gratuitos, pareciera que no hay modo de hacer dinero con los navegadores ni con los sistemas operativos. Pero si puedes integrar un navegador en un sistema operativo y así llenar ambos de nuevas funcionalidades, ya tienes un producto vendible.

Dejando a un lado, de momento, el hecho de que esto cabrea de verdad a los abogados antimonopolio del gobierno, esta estrategia tiene sentido. Al menos, tiene sentido si se asume (como parece hacer la dirección de Microsoft) que el sistema operativo ha de ser protegido a cualquier precio. La verdadera cuestión es si cada moda tecnológica nueva que aparezca ha de usarse como muleta para sostener la posición dominante del sistema operativo. Al enfrentarse al fenómeno de la Web, Microsoft tuvo que desarrollar un navegador web realmente bueno, y lo hicieron. Pero entonces tuvieron que elegir: podían hacer que ese navegador funcionara en múltiples sistemas operativos, lo cual daría a Microsoft una posición fuerte en el mundo de Internet con independencia de lo que le pasara a la cuota de mercado de su sistema operativo. O podían integrar el navegador con el sistema operativo, apostando a que esto haría que su sistema operativo pareciera tan moderno y atractivo que ayudaría a conservar su dominio en ese mercado. El problema es que cuando la posición del sistema operativo Windows empiece a venirse abajo (y dado que actualmente es de cerca del noventa por ciento, no puede sino descender) arrastrará todo tras de sí.

En la clase de geología del instituto probablemente les enseñaran que toda la vida sobre la Tierra existe en una delgada capa llamada biosfera, que existe entre miles de kilómetros de roca muerta por debajo, y frío espacio vacío, muerto y radiactivo, por encima. Las compañías que venden sistemas operativos existen en una especie de tecnosfera. Por debajo está la tecnología que ya es gratuita. Por encima está la tecnología que todavía ha de ser desarrollada, o que es demasiado disparatada y especulativa para ser explotada de momento. Como la biosfera de la Tierra, la tecnosfera es muy fina comparada con lo que tiene por encima y por debajo.

Pero se mueve mucho más rápido. En diversas partes del mundo, es posible visitar ricas capas fósiles en las que hay esqueletos apilados, los más recientes encima y los más antiguos debajo. En teoría, todos se remontan a los primeros organismos unicelulares. Y si se usa la imaginación un poco, uno se dará cuenta de que, si se queda ahí el tiempo suficiente, también quedará fosilizado, y con el tiempo algún organismo más avanzado quedará fosilizado encima tuyo.

El registro fósil --La Brea Tar Pits2-- de la tecnología software es Internet. Cualquier cosa que aparezca allí se puede tomar de forma gratuita (posiblemente ilegal, pero gratuita). Los ejecutivos de compañías como Microsoft tienen que acostumbrarse a la experiencia --impensable en otras industrias-- de invertir millones de dólares en el desarrollo de nuevas tecnologías, tales como navegadores web, y luego ver cómo aparece en Internet el mismo software, o un software equivalente, dos años, un año, o incluso pocos meses después.

Al seguir desarrollando nuevas tecnologías y añadiendo posibilidades a sus productos, pueden mantenerse un paso por delante del proceso de fosilización, pero algunos días deben de sentirse como mamuts atrapados en La Brea, usando todas sus energías para salir adelante, una y otra vez, escapando de la pegajosa brea caliente que quiere cubrirles y engullirles.

La supervivencia en esta biosfera requiere colmillos fuertes y pies que puedan pisotear en un extremo de la organización, y Microsoft es famosa por tenerlos. Pero pisotear a los otros mamuts en la brea sólo puede mantenerte vivo cierto tiempo. El peligro es que, con su obsesión por mantenerse fuera de las capas fósiles, estas compañías olviden lo que hay por encima de la biosfera: el ámbito de la nueva tecnología. En otras palabras, deben seguir con sus armas primitivas y bastos instintos competitivos, pero también han de desarrollar cerebros potentes. Parece ser que esto es lo que está haciendo Microsoft con su departamento de investigación, que contrata a personas inteligentes por doquier. (Y aquí debo mencionar que, aunque conozco y me relaciono con varias personas del departamento de investigación de esa compañía, nunca hablamos de negocios, y no tengo ni idea de qué demonios están haciendo. He aprendido mucho más sobre Microsoft usando el sistema operativo Linux de lo que habría aprendido usando Windows).

Da igual cómo hiciera antes dinero Microsoft; hoy en día, hace dinero gracias a una especie de arbitraje temporal. Arbitraje, en el sentido habitual, significa hacer dinero aprovechándose de las diferencias en los precios de algo en diferentes mercados. En otras palabras, es espacial y se basa sobre el hecho de que el árbitro sabe por qué tecnologías pagará dinero la gente el año que viene, y cuánto tardarán esas tecnologías en volverse gratuitas. Lo que el arbitraje espacial y temporal tienen en común es que ambos pivotan sobre la información extremadamente buena del árbitro; información sobre los gradientes de precios en un momento dado en un caso, sobre los gradientes de precios a lo largo del tiempo en un lugar dado en el otro.

Así que Apple/Microsoft ofrecen nuevas posibilidades a sus usuarios casi a diario, con la esperanza de que un flujo constante de genuinas innovaciones técnicas, combinadas con el fenómeno del «quiero creer» impedirá que sus clientes miren al otro lado de la carretera, hacia los sistemas operativos, mejores y más baratos, que tienen disponibles. La cuestión es si esto tiene sentido a largo plazo. Si Microsoft es adicta a los sistemas operativos como Apple lo es al hardware, entonces se apostarán la camisa por sus sistemas operativos, y vincularán todas sus nuevas aplicaciones y sistemas operativos a ellos. Su supervivencia dependerá entonces de estas dos cosas: añadir más posibilidades a sus sistemas operativos, de tal modo que sus clientes no se pasen a las alternativas más baratas, y mantener la imagen que, de algún modo misterioso, les da a estos clientes la sensación de que obtienen algo a cambio de su dinero.

Este último es un fenómeno cultural verdaderamente extraño e interesante.


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2003-05-11